Quedan unas horas para cambiar de año, de dejar atrás doce meses que nos han traído buenos momentos y seguramente también momentos no tan buenos. Pero con lo que deberíamos de quedarnos es que todos ellos (buenos, malos o regulares) son los que hacen que seamos las personas que somos.
Todo lo que nos ocurre es un continuo aprendizaje y desaprendizaje, todo ello forma las piezas del puzle de nuestra vida. Una vida en continuo movimiento, y en la que a veces se nos olvida que aquí solo estamos una vez. Y aunque en alguna ocasión las segundas oportunidades existen y tras un susto nuestra vida continua, no debemos de olvidar lo importante que es perseguir nuestros sueños. A pesar de las trabas, de los miedos, de los cambios de planes, aunque las cosas se pongan difíciles.
No tenemos porqué utilizar el 31 de diciembre para dar un giro a nuestra vida. De hecho, muchas veces se queda en eso, en un deseo, un propósito que tras la vorágine de la Navidad se queda arrinconado a mitad de enero. Pero normalmente este es el día de pensar en lo que ha sucedido estos meses y lo que deseamos para los que están por llegar.
Este año no he mandado ni un mensaje para felicitar la Navidad a ninguna persona de mi entorno. Realmente no es lo habitual porque quién me conoce sabe que suelo hacerlo siempre (hasta con imagen y texto personalizado), a pesar de que la Navidad no me gusta mucho. Y no es porque no quisiera desear una Feliz Navidad a mis seres queridos, pero miré el reloj a las 20:30 cuando ya tenía muchos mensajes sin leer y pensé: "Estoy liada con la cena, tengo todavía que ducharme y aún me falta poner la mesa". Así que aparqué el teléfono a un lado, y sin remordimientos me dije a mi misma que por eso no son más o menos importantes en mi vida. Lo que quería era desconectar y disfrutar de la cena. Y para los que conocen el anuncio de Ikea puede que eso tuviera algo que ver (pero eso lo pensé al día siguiente). O no, realmente es algo que llevo pensando mucho tiempo: jugamos a tener cerca a gente que tenemos lejos, y a los que están a nuestro lado los olvidamos mirando una pantalla.
Como he dicho antes la Navidad no me gusta nada. Ahora como adulta soy capaz de ver su parte positiva: tengo vacaciones (para los que no sois profes, os aseguro que no tantas para lo que tardamos en recuperarnos del primer trimestre), puedo quedar con amigos que durante el curso veo menos y bueno… también aparece el turrón de chocolate crujiente (que para estas fechas ya suelen haber caído un par de tabletas en casa).
Pero al igual que los cumpleaños son importantes para mí, porque es un año más de VIDA, con el fin de año me pasa algo parecido.
Esas doce campanadas hacen que demos un pasito más (que sí, que puede ser también un 22 de julio, pero ya me entendéis). Un año por estrenar, un nuevo ciclo. Doce meses, cuatro estaciones, 365 días.
Seguramente este 2019 nos traerá un poco de todo, como el año que acaba hoy. Lo que tenemos que pensar es que esas risas o esas lágrimas, si están rodeadas de un abrazo las disfrutaremos más o las pasaremos mejor. Que todo es temporal, tanto lo bueno como lo malo. Por eso es tan importante disfrutar el momento, disfrutar de la gente que nos rodea.
Esta noche sí que mandaré un mensaje a la gente que aprecio y es importante para mí. Les pasaré el enlace a este texto, porque es mi reflexión de este fin de año. Una reflexión informal y coloquial, pero que quería compartir de manera pública al igual que hice hace un par de años.
Para todos vosotros, que habéis seguido a mi lado en el 2018, o que habéis aparecido en mi vida a lo largo de estos meses, GRACIAS por acompañarme en esta parte del viaje.
Espero que el 2019 esté lleno de buenos momentos y que si hay alguno no tan bueno, encontréis la serenidad para saber que todo pasa. Espero que tengáis la fuerza y el valor de perseguir vuestros SUEÑOS, y que cuando las cosas se pongan difíciles encontréis las ganas de seguir adelante.
Que tengáis experiencias, porque así tendréis la posibilidad de desaprender y aprender, como decía al principio. Que luchéis por vuestros derechos respetando los de los demás, que no os quedéis callados ante las injusticias, que seáis LIBRES.
Que hagáis lo que os haga felices (sin fastidiarle la vida a nadie, claro). Que os comáis ese postre sin pensar en el botón que no cierra. Que si vais más cómodos con zapatillas dejéis en el armario los zapatos de vestir. Que aunque sea difícil vernos, nos obliguemos a quedar más. Que os importe cada vez menos la gente que no os aporta nada. Que os emocionéis, abracéis y digáis te quiero, que ya sabemos lo bien que nos sienta. Que os enfadéis menos (cada vez nos va saliendo mejor) y os riáis más a menudo.
Que pasemos muchos momentos juntos aunque no haya fotos de recuerdo porque no tuvimos tiempo de hacerlas.
Para todos vosotros, mucha SALUD y VIDA.
Dedicado a todas las familias de alumnos y antiguos alumnos, a los lectores y seguidores del blog, a mi familia de Coleccionando Cuentos, a los compañeros de profesión de los que tanto aprendo cada día y principalmente a mis amigos y a mi familia, porque ellos son lo más importante para mí.